Sábado 17 de febrero de 2007
 
 
México debe reflexionar su multiculturalidad y futuro como nación

En la reflexión crítica de su carácter multicultural México se juega su futuro como nación, por lo cual es tiempo de romper con definiciones como indio y no indio –denominación que no explica, caracteriza–, e inicie una discusión universal y reconocimiento de la etnicidad.

En su conferencia Multiculturalidad y Nación, dictada en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México –y organizada por el Colectivo Yolotlahtoli–, el maestro José del Val Blanco, etnólogo de la UNAM, mencionó que en la actualidad la identidad nacional, “entendida como el hecho de que todos somos mexicanos, cantamos el Himno, tenemos una Bandera y un pasaporte”, es insuficiente porque la condición de mexicano es bastante desigual.

“Lo que me identifica no son sólo esos símbolos, sino lo que estos significan en términos de mi condición de vida. Al desaparecer de mi existencia la equidad y un proyecto de país, la identidad deja de ser operativa”, y quedamos sin una perspectiva verdadera, algo que le dé sentido a la nación.

El Director del programa México, Nación Multicultural, señaló que la estructura de pueblo no existe en la realidad, es una construcción que en el caso de la defensa de los pueblos indígenas, genera un conjunto de derechos pero sin los atributos para ejercerlos, mientras el Estado tiene una actitud sistemática de destrucción de sus lenguas.

Paradójico resulta que en el país, en primer lugar el Distrito Federal, se emplean toponías cuyo significado se desconoce, como Popocatépetl (cerro humeante). “Frecuentemente hablamos en náhuatl, en un porcentaje no muy pequeño, y no sabemos que es náhuatl. ¿Por qué hemos aceptado ese desconocimiento de nuestro cotidiano?”.

Esta ignorancia se manifiesta también en una deficiente construcción conceptual de quiénes somos y a dónde vamos, al perderse entre los mexicanos la capacidad de saber qué vamos a hacer y cómo lo pensamos construir.

Hoy la estructura institucional es obsoleta, la misma que construyó la historia a partir de los personajes que determinan los procesos –como Hidalgo y Juárez–, y en la actualidad se carece de esos agentes sociales y “ante la caída de los dinosaurios, los carroñeros de la política se les fueron encima”.
Dicha ausencia de agentes podría ser cubierta por personas pertenecientes a esa generación que tiene entre 17 y 35 años, a quienes tocará reconstruir a México con un proceso que levante fuerza y dé las condiciones para esto, algo “que significará momentos de fuertes crisis sociales en los próximos años, pues de ahí surgen quienes conducen y canalizan los procesos”.

La sociedad deberá ser reestructurada para acabar con la desigualdad y la inequidad, para ya no aceptarla, legitimarla o reproducirla como hasta ahora. Hay que hacer una reflexión filosófica y ética de valores ausentes en la sociedad, como se aprecia en el hecho de que el sistema político es “una bola de pragmatismo sin moral y sin principios de ninguna naturaleza, con luchas por pequeñas prebendas, mas no por el Estado mexicano. O como dijo Augusto Monterroso: despertamos y el dinosaurio sigue ahí”.

La reconstrucción de la estructura política de México debe comenzar por su geografía, por el Distrito Federal, donde los ciudadanos “somos federales, pero sin derechos municipales”, un problema de autonomía al carecer de las atribuciones para decidir qué se hace en nuestras delegaciones, por eso “necesitamos un Estado libre y soberano para recuperar nuestros derechos políticos”.

Hay que poner la cruz del Estado sobre la mesa para hacer una reforma de la Federación, el estado, el municipio, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial; no a través de líderes carismáticos, sino de gente que nos ayude a pensar por dónde y hacia dónde vamos, para construir nuevos esquemas de significación.

 
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